El mito de Narciso

Narra Ovidio en las Metamorfosis, que la bella Ninfa Liríope quedó embarazada al ser violada por el río Cefiso. El hijo que dio a luz era tan hermoso que desde el momento mismo de su nacimiento se convirtió en el objeto de amor y adoración de las demás Ninfas. 
Preocupada por el destino del niño, su madre consultó a ciego Tiresias, que era reconocido vidente, para que le dijera qué le aguardaba a su hijo, y la respuesta del adivino fue la siguiente: "Vivirá feliz mientras no se vea a sí mismo".
El tiempo pasó y Narciso fue creciendo, amado y adorado por los demás. Pero de entre todas las pasiones que generó, sobresale la de una hermosa Ninfa: Eco. 
Es sabido que Zeus, el príncipe del Olimpo, era un dios que daba rienda suelta a sus impulsos eróticos, ya fuera con hombres o mujeres. Su esposa y hermana, Hera, intentaba en vano mantenerlo bajo control, pero el dios siempre se las arreglaba para encontrar la manera de eludir la vigilancia. 
Y así fue en cierta ocasión, Zeus le pidió a Eco que lo ayudara. La Ninfa era famosa por su habilidad para relatar historias, una especia de Scherezada helénica, y Zeus le encargó el trabajo de entretener con sus historias a su esposa mientras él iba en pos de sus conquistas amorosas.  Y así lo hizo Eco durante un tiempo, hasta que alguien alertó a Hera acerca de esta trampa. 
Hera, reconocida por su carácter furibundo, la castigó quitándole ese don maravilloso que tenía con las palabras y condenándola a poder repetir solamente las últimas sílabas que escuchara de la boca de los demás. 
Cierta vez, la Ninfa vio a Narciso y quedó inmediatamente enamorada de él. Comenzó a seguirlo sin que este se diera cuenta, hasta que por fin decidió acercarse y confesarle su amor. Pero, debido a su condena, le fue imposible utilizar las palabras para seducir a Narciso, quien la rechazo de manera soberbia y cruel. eco dolorida por la ofensa, exclamó para sus adentros casi a modo de maldición: "Ojalá cuando él ame como yo lo amo, desespere como desespero yo". Y, como bien sabemos, en la mitología clásica, las maldiciones siempre se cumplen. Y un sino fatal iría en favor de este cumplimiento. 
Narciso había visto su rostro reflejado en las aguas del río y, a partir de ese momento, quedó sentenciado a amarse solamente a sí mismo. Y este era el peor de sus castigos, el que lo condenaba a la soledad eterna: "Desdichado yo que no puedo separarme de mí mismos. A mí me pueden amar otros, pero yo no puedo amar".
Esta pasión lo fue consumiendo hasta que desesperado por tenerse se arrojó al río intentando abrazar su propia imagen y se ahogó. Al poco tiempo empezó a generarse una extraña metamorfosis.En la orilla de aquel río comenzó a brotar una hermosa flor, la mismas que hoy lleva su nombre: Narciso. 
Eco, por su parte, se desintegró y se esparció por el mundo. Y aún hoy podemos escuchar, cuando gritamos en la cima de una montaña, en un bosque solitario, o en el pasillo de un edificio, cómo ella nos responde reproduciendo nuestras últimas sílabas y generando ese fenómeno sonoro al que, justamente, llamamos eco. 

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Carl Gustav Jung y la Sombra.

Infidelidad

Emocionalmente Indispuesto